Aqui en silencio adoratriz contemple a Dios

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Basilica San Pedro , Vaticano

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viernes, 20 de noviembre de 2009

LA ORACION COMO EJE DE LA VIDA . Meditacion de una hermana dominica contemplativa


Se dice de Santo Domingo en los primeros escritos de la Orden, que “su corazón alegre se reflejaba en su faz, su porte exterior siempre gozoso y afable revelaba la placidez y armonía de su Espíritu. De su ser irradiaba una luz de origen divino, expresión y reflejo de la Presencia de Dios y de su unión profunda con Él”. Esta es la clave: un hombre con un Misterio más grande que él mismo en su corazón. Un hombre en contacto con su Ser profundo.

Cuando decimos: “Busco a Dios…” es un anhelo que nosotros/as no hemos producido sino que Dios ha puesto en el corazón humano. Dios está en la esencia de mi ser esperando a que lo descubra. No hay nada tan grande ni que nos identifique tanto, que nos vuelva tan “nosotros mismos” como el Encuentro, la Relación profunda con Dios. Lo que soy, el Ser, está dentro. La primera revelación que hace la Biblia sobre el hombre y la mujer es haber sido creados a imagen y semejanza de Dios. Es como decir: no eres de tus sueños, no eres de ti, ni de nadie, sino enteramente de Dios. Lo que ocurre es que somos inconscientes de este tesoro. Orar es darse cuenta, tomar consciencia, es volverse lo que uno es. Demasiadas cosas nos hacen olvidarlo. En un mundo como el nuestro de tanto trasiego, falta por hacer la peregrinación al interior de uno mismo.




Cuando una persona ora es que quiere empezar a vivir desde dentro. El que nos habita es un Dios que es Vida y Fecundidad. La oración es también como una madre, con ella el mundo interior comienza a irradiarse. Poco a poco de ella podemos esperar un nuevo modo de ser y de vivir. El Silencio, la Oración es para disponerse a vivir de otra manera.

¿Cómo rezar? Cualquiera de nosotros aprendió a rezar recitando oraciones, pidiendo lo que necesitaba, dando gracias por el pan de cada día u otras mil formas de dirigirse a Dios, pero la Oración se hace eje de la vida, cuando a Dios lo descubres dentro. Entonces empiezas a darte cuenta que la unión con Dios ha de ser hecha con continuidad y profundidad, pues Dios está continuamente presente. El Silencio interior es la posibilidad que tenemos en nuestras manos.

En las Constituciones de las monjas se dice: “Hagan de su Monasterio y sobre todo de su corazón un lugar de Silencio”. Para unirse e ir a Dios el camino es el Silencio. Aprender a callar es aprender a orar. Y esto supone dar un tiempo diario exclusivamente de Oración en Silencio, de no hacer, de no actividad, donde todo calla, sólo ser y estar ahí presentes ante la Presencia. En lo secreto de nuestro corazón hay una Presencia, está Dios. Lo importante de la oración es este recogimiento. No importa no ver, no sentir. Dios no es una emoción, sino Amor.

Es un Silencio que se hace práctica, ejercicio en lo cotidiano. Un silencio interior para obrar desde ahí. “Todos cabían en la inmensa caridad de su corazón y amando a todos de todos era amado” se dice de Santo Domingo. Y también “En su trato resultaba alegre y abierto”. No es sólo silencio de palabras sino silencio de ego. El ego son todas nuestras tendencias egoístas, nuestros intereses, nuestros planes… todo nuestro protagonismo. El ego oculta a Dios. Lo importante no es hacer sino Ser y dar Vida a los demás siendo.

Purificación González (Dominica Contemplativa)

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