Aqui en silencio adoratriz contemple a Dios

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Basilica San Pedro , Vaticano

Amigos que Dios trae a este rincon de la red.

viernes, 30 de abril de 2010

LOS SIGNOS DE LA PERSONA TRANSFIGURADA

El testimonio anterior nos lleva a tratar uno de los últimos aspectos de nuestro itinerario: la progresiva vida en Dios va transformando a toda la persona, la va transfigurando ya en esta vida. Las virtudes ya son un signo de ello. "Virtud" viene de "vir", que significa "fuerza". La virtud es la fuerza de Dios en nosotros. Como dice el teólogo ruso Paul Eudokimov, "el Espíritu es dador de las energías trinitarias divinizantes que actualizan la salvación". La virtud -entendida como fortaleza de la acción de Dios en nosotros- es precisamente uno de los siete dones del Espíritu Santo (Is11,1-4). He elegido cinco signos de esta transformación.

5.1. Reconciliados y pacificados

El escritor de la posguerra alemana, Heinrich Böll, en su novela Billar a las nueve y media (1959), distingue la mirada limpia e inocente de los que han comido el Sacramento del Cordero en contraposición a la mirada turbia y altiva de los que han comido del Sacramento del Búfalo, cómplices del régimen nazi. Dicho de otro modo, la mirada de aquel o aquella que vive sumergido en la presencia de Dios irradia una calidad de existencia que pacifica y transforma a los que son mirados por ellos. La irradiación de esta calidad de existencia es lo que el Monacato de Oriente denomina "hesiquia" que integra una conjunción de serenidad, pacificación, plenitud, ternura, etc.

En palabras de Isaac el Sirio, un monje del siglo VII, esta hesiquia crea "un corazón que arde por toda la creación, por todos los seres humanos, por los pájaros, por los animales, por los demonios, por toda criatura. Cuando piensa en ellos y cuando los ve, sus ojos se llenan de lágrimas. Tan intensa y violenta es su compasión, tan grande su constancia, que su corazón se encoge y no puede soportar sentir o presenciar el mal o la tristeza más pequeña en el seno de la creación. Esa es la razón por la cual, con lágrimas, intercede sin cesar por los animales irracionales, por los enemigos de la verdad y por todos los que lo molestan, para que sean protegidos del mal y perdonados. En la inmensa compasión que se eleva de su corazón, -una compasión sin límites, a imagen de Dios- llega a orar hasta por las serpientes" (27). Estamos más necesitados que nunca de este amor desarmado que nos devuelva la inocencia, más allá de la contraposición de víctimas y verdugos, de oprimidos y opresores, porque todos somos Uno y el daño que nos hacemos nos los hacemos todos.

5.2 Enraizados y disponibles

El segundo signo de transformación interior es la capacidad de estar muy convencido de una llamada personal y, al mismo tiempo, de adaptarse a toda persona y a toda situación. Quien está en su centro, no depende de las circunstancias.


Así lo expresa San Juan de la Cruz:

"Las condiciones del pájaro solitario son cinco: la primera, que se va a lo más alto; la segunda, que no sufre compañía, aunque sea de su naturaleza; la tercera, que pone el pico al aire; la cuarta, que no tiene determinado color; la quinta, que canta suavemente. Las cuales ha de tener el alma contemplativa que se ha de subir sobre las cosas transitorias, no haciendo más caso de ellas que si no fuesen, y ha de ser tan amiga de la soledad y silencio, que no sufra compañía de otra criatura; ha de poner el pico al aire del Espíritu Santo, correspondiendo a sus inspiraciones, para que, haciéndolo así, se haga más digna de su compañía; no ha de tener determinado color, no teniendo determinación en ninguna cosa, sinó en lo que es voluntad de Dios; ha de cantar suavemente en la contemplación y amor de su Esposo .(Dichos de luz y amor, 120)

"El pájaro solitario", es decir, una criatura ligera, que está vinculada a un nido (una Tradición determinada), pero que al mismo tiempo permanece abierta a otras corrientes e interpelaciones, y no las vive como amenaza sino como oportunidad.


1. "Va a lo más alto": esta altura es, al mismo tiempo, lo más hondo, el reencuentro con el propio Centro, el espacio del corazón del que hemos ido hablando.


2. "No sufre compañía", es decir, ni crea dependencias ni se hace dependiente, porque tiene conciencia del carácter sagrado de cada persona y de que nadie puede sustituir la experiencia de Dios del otro.


3. "Pone el pico al aire", a saber, expone su deseo a la intemperie y se arriesga con la audacia que da la confianza de saberse en Dios.


4. "Sin color",es decir, sin estar aferrado a nada, sino adaptable a cualquier circunstancia y a cualquier situación. Recordemos que, cuando hablábamos de la vocación personal, decíamos que va más allá de cualquier concreción, siendo, al mismo tiempo, el alma de toda misión.


5. "Canta suavemente", es decir, sabe tener profundas convicciones y hábitos y, al mismo tiempo, sabe respetar los de los demás. Esta es la diferencia entre la sabiduría y las "ideologías", cuya forma más burda son los fundamentalismos.

5.3. Interiores y solidarios

El Pájaro solitario es también el Pájaro solidario. Como hemos intentado mostrar a lo largo del Itinerario, la vida interior no discapacita para ser sensibles y solidarios con la pobreza social, sino al contrario, va liberando de los miedos para que podamos intensificar nuestra presencia en medio de ella. La experiencia de Dios va simplificando. Este es uno de los signos de discernimiento.

Todas las reformas religiosas empiezan al lado de los pobres y tienen a la pobreza como madre. De hecho, parte de nuestro malestar cultural y religioso viene de la lejanía de los pobres. Se ha llegado a relacionar de manera sugerente "explotación" con "depresión": en los países del Primer Mundo es donde más se sufre la depresión, porque la sorda violencia de la explotación de las colonias va creando un clima de aislamiento, sospechas y soledad en la metrópolis. Todo está en comunión con todo, para bien y para mal.

5.4 Contemplativos del misterio del otro

La capacidad de contemplar y de escuchar procede de la capacidad de hacer SILENCIO, es decir, de acoger sin proyectar. Aprender a "mirar" y no sólo a ver; aprender a escuchar, y no sólo a "oír". La oración es el lugar de este aprendizaje, para que lo sea también cada instante. Ya hemos destacado la importancia de vivir en estado de atención, lo que en la Tradición ignaciana se propicia mediante el Examen de conciencia, que debería llamarse más bien Examen de lo Consciente, porque se había convertido en un ejercicio culpabilizador con mucha frecuencia (28).


Se trata de lograr la limpieza de corazón de la sexta bienaventuranza (Mt 5,8) que permite decir a un Padre del desierto: "Una sola alma creada a imagen de Dios es más preciosa a Dios que diez mil mundos y todo lo que puedan contener". Esta capacidad de sorpresa y de admiración, esta mirada de niño, se extiende a todas las cosas, de manera que todo lo agradece, todo lo ama, todo lo venera.

5.5. El don más grande, puerta y puerto de todos los anteriores: la humildad

Lo propio de la persona humilde es que su presencia posibilita la existencia de los demás sin que nadie se dé cuenta. Al humilde sólo se le percibe y se le busca cuando no está. Dios es el Humilde por excelencia: nos crea y se retira, para dejarnos ser. Como dice el Maestro Eckhart, "aquella virtud que se llama humildad está arraigada en el fondo de la Divinidad".


El humilde no tiene nada que defender, nada que justificar. Silván, del Monte Athos dice que "el que es humilde ha vencido a todos los enemigos", pero también dice que "estamos completamente endurecidos y no podemos comprender qué es la humildad ni el amor de Cristo. Se necesita mucho esfuerzo y muchas lágrimas para conservar el humilde espíritu de Cristo. Humíllate y verás como tus pruebas se convierten en descanso" (29). Esta última frase da que pensar: muchos de nuestros sufrimientos han sido causados por nuestras resistencias, porque no nos entregamos. De ahí la invitación de Jesús: "Venid a mí los que estáis fatigados y sobrecargados, aprended de mí que soy manso y humilde de corazón" (Mt11,28-29). No es cuestión de "humillarse", sino de "humildarse", de convertirse en "tierra fértil". "Bienaventurados los humildes, porque ellos poseerán la tierra", dice Jesús (Mt 5,5). Poseerán la tierra sin poseerla, porque ellos mismos se habrán transformado en tierra.


San Ignacio, hacia el final de su vida, registra en su Diario íntimo un combate de cuarenta días con Dios a propósito de un asunto de pobreza de la Compañía. No lo finaliza hasta que se rinde, rendición que aparece con una peculiar expresión en el Diario: la "humildad amorosa". Una humildad que primero se refiere a Dios y que después se extiende a todas las criaturas (Diario Espiritual, 178-179.182).


Como se pregunta Isaac el Sirio "¿qué criatura no se deja enternecer por el humilde? El que menosprecia a un humilde, menosprecia a Dios. Cuanto más despreciado es un humilde por los hombres, más amado por el resto de la Creación (...). La humildad es el vestido de Dios. Al hacerse hombre, Dios se ha revestido de ella" (30). Es decir, si la encarnación de Dios pasa por el camino de la humildación ("hacerse humilde"), nuestra cristificación es divinización que pasa por el mismo movimiento de abajamiento lo cual pone de manifiesto que la divinización nos reviste de un poder que nos despoja de todo poder.
ITINERARIO HACIA UNA VIDA EN DIOS

Javier Melloni

1 comentario:

  1. Bendiciones, abrazos y besos...Saludos a tus hijos y esposo,,Que Dios y la Virgen te conserven y guarden siempre,

    Carmen

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"No debáis nada a nadie, sólo sois deudores en el amor" (Rm 13,8)

Usa el crucifijo . Da testimonio de Cristo Vivo .

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Colgate la cruz en el cuello, te protegera de todo peligro, sera tu aliada en la tentacion y espantara todo mal.