Aqui en silencio adoratriz contemple a Dios

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Basilica San Pedro , Vaticano

Amigos que Dios trae a este rincon de la red.

domingo, 6 de junio de 2010

Carta III: La humildad .SAN AMMONAS Padres del desierto

¡A los hermanos muy honrados en el Señor, un alegre saludo![25]

Les escribo esta carta como a grandes amigos de Dios, que lo buscan de todo corazón. Es a ellos, en efecto, a quienes Dios escucha cuando oran, los bendice en todo y les concede todas las peticiones de su alma cuando lo invocan. Pero a quienes se aproximan a Él, no de todo corazón, sino dudando y haciendo sus obras para ser glorificados por los hombres (Mt 6,2), a éstos Dios no les escucha sus peticiones, sino que, antes bien, se irrita contra sus obras, porque está escrito: Dios dispersar los huesos de los que buscan agradar a los hombres (Sal 52,6)[26].

Ustedes ven cómo se irrita Dios contra las obras de ellos, y no les concede ninguna de sus peticiones; al contrario, les resiste, pues no hacen sus obras con fe sino según el hombre. A causa de esto la fuerza divina no habita en ellos, están enfermos en todas las obras que realizan. A causa de esto no conocen la fuerza de la gracia, ni su facilidad ni su alegría, sino que su alma está entorpecida en todas sus obras como por un fardo. Así son la mayoría de los monjes[27], no han recibido la fuerza de la gracia que anima el alma, la dispone a la alegría y le da cada día el gozo que hace arder su corazón en Dios[28]. Porque lo que hacen, lo hacen según el hombre; de modo que la gracia no ha venido sobre ellos. En efecto, la fuerza de Dios aborrece a aquel que obra para agradar a los hombres[29].

Por tanto, amadísimos, que ama mi alma y cuyos frutos son tenidos en cuenta por Dios, combatan en todas sus obras el espíritu de vanagloria para vencerlo en todo. De modo que todo su cuerpo sea agradable y permanezca viviente junto al Creador, y que ustedes reciban la fuerza de la gracia, que sobrepasa todas estas cosas. Estoy convencido, hermanos, que hacen todo lo que pueden por esto, resistiendo al espíritu de vanagloria y luchando siempre contra él. A causa de ello su cuerpo tiene vida. Pues ese espíritu malvado se presenta ante el hombre en toda obra de justicia que el hombre comienza, quiere corromper su fruto y hacerlo inútil, a fin de no permitir[30] que los hombres hagan la obra de justicia según Dios. En efecto, este espíritu malo combate a quienes quieren ser fieles. Si algunos son alabados por los hombres como fieles o como humildes o como misericordiosos, inmediatamente este espíritu malvado entabla una batalla contra ellos; y ciertamente resulta vencedor, disuelve y destruye sus cuerpos[31], porque los incita a realizar sus acciones virtuosas con la preocupación de agradar a los hombres y así pierde sus cuerpos[32]. Mientras que los hombres crean que tienen algo, delante de Dios no tienen nada[33]. Por causa de esto Dios no les otorga la fuerza, sino que los deja vacíos, puesto que no ha hallado sus cuerpos dispuestos para ser llenados, y los priva de la muy grande dulzura de la gracia.

Pero ustedes, queridísimos, luchen contra el espíritu de vanagloria y oren siempre, para vencerlo en todo; de forma que la gracia de Dios esté siempre con ustedes. Yo pediré a Dios que, en su bondad, les dé esta fuerza y esta gracia[34] en todo tiempo, pues nada es más excelente que esto[35]. Si ven que el fervor divino se aleja y los abandona, pídanlo de nuevo y volver a ustedes. Pues ese fervor es como un fuego que cambia lo frío en su propia naturaleza. Si ven su corazón repentinamente adormecido en ciertos momentos, pongan su alma ante ustedes, sométanla al examen de un piadoso cuestionamiento y así, necesariamente, ella tendrá nuevamente calor y se inflamar en Dios. Porque también el profeta David, cuando vio su alma agobiada por el dolor habló de la siguiente manera: Derramé mi alma sobre mí mismo (Sal 41,6), me acordé de los días antiguos, medité sobre todas tus obras, extendí hacia ti mis manos. Mi alma, como tierra reseca, suspiró por ti (Sal 142,5-6). Así obró David cuando experimentó su corazón abrumado y frío, hasta que le devolvió el calor y recibió la dulzura de la gracia divina[36].

Noche y día velaba y suplicaba. Hagan también ustedes esto, amadísimos, y crecer n y Dios les revelar sus grandes misterios.

Que el Señor los conserve irreprochables y sanos de alma, espíritu y cuerpo, hasta que los lleve a su propia morada[37] con sus padres[38] que han luchado bien y han concluido su carrera en Cristo, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos.
Notas. 3ª Carta

[24] Esta epístola se puede leer en las versiones siria (nro. 3), georgiana (nro. 2), griega (nro. 6), árabe (nro. 10).

[25] Este saludo falta en el sirio y árabe. En el griego solamente se lee: "Salud".

[26] En la Epístola de san Arseno (nro. 68) se encuentra la misma cita bíblica (todo el versículo); cf. Lettres, p. 112.

[27] Sirio y árabe añaden: "De nuestra época".

[28] Sirio: "La dulzura que hace ardiente por Dios el corazón".

[29] Griego: "Hace sus obras por respeto humano".

[30] Sirio agrega: "En la medida que puede".

[31] Sirio: "¿Pero cómo destruye (sus cuerpos) y los somete de modo que pierdan su propio modo de vida y su virtud? Cuando los incita...".

[32] Sirio: "Cuando piensan que poseen algo por el hombre".

[33] Desde "delante", falta esta frase en el sirio.

[34] En vez de fuerza y gracia, el sirio trae "alegría".

[35] Este trozo desde "Pero ustedes" hasta "excelente", falta en el griego.

[36] Desde "Si ven que...", la traducción corresponde a la epístola 2,3 del texto griego. Esta versión no trae la cita del versículo 6 del Sal 142; y termina diciendo: "Así inflamó su corazón de nuevo y recibió la dulzura del santísimo Espíritu". Lo que sigue después no se halla en el griego.

[37] Sirio agrega: "En el reino".

[38] El sirio concluye de la siguiente forma: "Que han terminado bien su vida para siempre. Amén".

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