Aqui en silencio adoratriz contemple a Dios

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Basilica San Pedro , Vaticano

Amigos que Dios trae a este rincon de la red.

jueves, 11 de noviembre de 2010

Conversión del alma al amor de Dios. Enrique Herp


En lo que sigue es nuestro propósito presentar doctrina que nos capacite para conseguir la perseverante y amorosa unión con Dios directamente, sin que nada se interponga entre El y nuestras potencias.
Para ello es preciso conocer algo más, aunque ya queda suficiente doctrina expuesta en los capítulos precedentes. Pues, como la piedra cae por inercia, así el alma mortificada, rotos todos los lazos que la sujetan, vuela hasta la unión con Dios, sin intermedio alguno; porque Dios es el centro natural del alma, para quien fue creada, a fin de reposar en Él y disfrutar eternamente.
Es necesario morir a nosotros mismos, si queremos vivir para el Señor; pero necesitamos aprender a vivir y hallar la paz en Dios por una comunicación vital de lo divino, que nos una a El. Sin esto, no aprenderemos a morir a nosotros mismos y lograr la pretendida unión. Cuanto más avancemos en lo uno tanto más aprovecharemos en lo otro, porque ambos son inseparables. Dos, en efecto, son los términos: Dios y nosotros. Nuestra voluntad está en el medio. Por tanto, si la voluntad se convierte a El por amor, el mismo amor la lleva a separarse de nosotros. La voluntad se entrega del todo y se desprende hasta el desprecio de nosotros mismos. El proceso inverso es paralelo: a medida que la voluntad gira en torno nuestro se aparta de Dios. La conversión a nosotros mismos puede resultar tan grande que se desprecie a Dios por completo. Así, pues, el desprendimiento de toda criatura, incluidos nosotros mismos, y la conversión a Dios se cumplen por igual en una misma acción, aunque nosotros hayamos preferido exponerlo en dos puntos diferentes para entenderlo mejor.
Dios
Adentrándonos en esta segunda parte, tengamos en cuenta que Dios es el origen de donde brotaron todas las cosas, pero de modo particular la criatura racional. Esta vino a ser el coronamiento de toda la creación. Dios es también causa final, es decir: todas las cosas han de ser orientadas a Él, cada cual conforme a su modo de ser.
El hombre, señor de las cosas
Todas las demás criaturas fueron ordenadas a subvenir las necesidades del hombre. Para que le sirvan de ayuda e instrumento encaminándole hacia Dios. Pensemos, por ejemplo, en distintos modos de alimentar, vestir, corregir e instruir al hombre. Cómo las criaturas pregonan el nombre de Dios, su infinita grandeza, sabiduría, belleza, dulzura, sutileza, bondad, y otros modos infinitos en que la naturaleza, los sentidos exteriores y la razón se pueden ejercitar.
Sentidos externos y potencias interiores
Consiguientemente, los sentidos exteriores han sido ordenados para servir y estar sometidos a los internos. Estas potencias internas, a su vez, están al servicio de las espirituales, creadas para vivir siempre en amor de Dios. Como los rayos solares necesitan estar siempre unidos al sol, si quieren permanecer en su ser. Por tanto, el alma que quiere llegar a la perfección necesita proceder de modo semejante con Dios. Se apresure siempre a injertarse en Él con sus tres potencias, por medio de la gracia divina y la propia voluntad. Esto es propiamente lo que pretendo enseñar aquí: la manera de conseguirlo. 

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"No debáis nada a nadie, sólo sois deudores en el amor" (Rm 13,8)

Usa el crucifijo . Da testimonio de Cristo Vivo .

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